domingo, 11 de diciembre de 2011

Como el Fuego



Fijó sus ojos en los míos, apretó los labios, me tomó por los brazos y pensé que me abrazaría con su fuego. Su presencia, siempre me ha puesto nerviosa y como sentí que estaba a punto de devorarme, cerré los ojos. Así como suelo hacer cuando en una curva viene un camión de doble remolque en el carril de al lado. Cosa imprudente, que requiere una concentración extrema de mi parte para evitarla. Pero en lugar de fulminarme con sus labios, mordió mi cachete no tan suavemente, la sorpresa hizo que abriera los ojos como platos. Me apretó a su pecho y me dijo en el oído “me encantas”, tomó mi mano y me llevó al auto apurando el paso. Me dejó en mi casa y me dijo que le parecía que yo tenía “miedo a la felicidad” y se fue. No pude decirle lo que sentí por él. Pero la sensación de su cercanía y la fuerza de sus palabras siguen retumbando en mi cabeza y en mi estómago, pues es ahí donde yo tengo el corazón.